Tengo que poner algo de mi parte. La Dama que no me deja ir aún confía en mí.
Sé que está en mi mano la posibilidad de cambiar mi mente, de lograr la libertad y escoger un futuro diferente al que presiento. Ya, claro que lo sé. Y lo intento, pero creo que lo intento sin entusiasmo, como si en el fondo ya hubiera perdido la guerra. Lo evidencio cuando abro la ventana y veo a la gente pasar hablando de sus asuntos alegremente. Yo no vivo alegre y menos entusiasmado. Se pudiera decir que vivo agobiado por las circunstancias.
El entusiasmo es la fuerza que hace que las personas se sientan alentadas y con el ánimo dispuesto para contagiar de alegría a los demás. Y entusiasmarlas con las cosas más sencillas. El entusiasmo es empeño, fervor, vehemencia, calor humano.
Cuando uno pierde el entusiasmo por las cosas... cuando una uno pierde las ganas de luchar... llega la depresión y se hace daño a uno mismo y también a su colindancia, de ahí que debemos tener una invitación continua a mantener el entusiasmo para enfrentarnos a nuestros problemas, sean grandes o pequeños. Dentro del entusiasmo hay una dimensión aparte que es el amor, amar, amar sin complejos... y confiar en las personas. El entusiasmo supone esperanza, firmeza y seguridad en las metas que nos proponemos: el futuro es nuestro y está al alcance.
¿Qué?
Me alegro por quienes tengan lo que hay que tener para alcanzar la felicidad a través del entusiamo o lo que sea. Vendrán tiempos mejores, amor. Y entonces... Te quiero.
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