Soy asturiano como los huevos pasados por agua. Asturiano amamantado por el franquismo. Soy asturiano. Y además, la María me protege y también la gaita y el tambor de mi tierra que me alegran y dan vida, y nostalgia por su vocación para la felicidad. Asturias, por ellos y ellas, asturianos ausentes, por nosotros, españoles, por esta patria alienada con los astros y avergonzada de su pereza. Porque hemos adorado hasta el ridículo a la monarquía nos olvidamos de crear una democracia.
Y digo asturiano porque lo llevo en la sangre, y porque también soy hijo del hambre y el olvido, la pobreza, y sobretodo de la explotación. Soy lo que mamé: socialista y republicano.
Este castigo que no nos mandó Dios, que era ateo, sino la monarquía y el PP con sus recortes y trapicheos (y el PSOE, sí, con su desidia y sus otros trapicheos), han conseguido que seamos poco más o menos que lacayos acomplejados, porque nos enseñaron a esperar siempre el Maná de una monarquía impuesta por el dictador y justificarnos en nuestros errores. Y en eso estamos: viviendo de nuestras miserias.
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