martes, 10 de junio de 2014

Una promesa ha echado a andar.

Escribir una biografía es acercarse demasiado a la verdad si se quiere ser lícito con la realidad; es aventurarse entre las sombras y las luces que permanecen en el inmovilismo, por eso vale más que te mueras y la escriban otros por ti o esperar a que te encierren en un manicomio para quien la lea reciba los versos de los aljofares que emanan de los vientos de otros mares sin sospechar. Esperar que llegue el porvenir que nunca llegará o creer que no estará lleno de túneles sin fin y miradas perdidas en los remansos de las aguas de un río que no se cruza por miedo al desenlace. Al menos las piedras siempre discreparon discretas. Huérfanos de amor y poesía, eso fuimos tú y yo.

Si escribiera mi biografía entre las nieblas de un mar y sus brumas aparecerías tú donde resplandecen las tardes de verano sentados en la terraza y entre los dos un café bien cargado y sin azúcar. ¿Para qué el azúcar, verdad? El pasado es como el lucero de la tarde herido donde largas opacidades de romances se pierden en el olvido; el pasado son versos por escribir coleccionados en el anonimato de una turba de risas y alegrías perdidas por desconocidas. De tu poesía un día me sorprendió una promesa: 'No quiero morir sin tener algo contigo'. La escribiré en mi biografía. De momento, y mientras llega el día, te diré que el amor no admite demora.

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