miércoles, 1 de enero de 2014

Emilio.

Alguna reflexión se debiera extraer de esta muerte, y sobre todo de esa vida. Un hombre bueno ha muerto. Paz a los restos.

Se llamaba Emilio y hoy ha muerto. O se pudiera decir que quien ha muerto ha sido una esperanza que ya agonizaba hace tiempo. A su manera hizo de las derrotas un monumento a la vida sin bandera ni líderes. Amó a su familia. Declaró Santa la Poesía y denunció los descuidos de la vida desde un confabulador de soslayo he hizo honor a la empatía, la solidaridad. Se llamaba Emilio y hoy ha muerto. Llevaba tiempo alimentado artificialmente: un día pa´lante y dos pa´trás, pero siempre por un camino cercano al paraíso donde todo comenzó hace ahora mil años, donde se juntan las vidas paralelas: Les Seniaes.

Emilio fue un hombre honrado y nunca ahorró esfuerzos en favorecer a su colindancia, sin embargo, en vez de echar de su casa al maligno con el rabo entre las patas lo que hizo fue darlo a conocer sin complejos, sinceridad (debilidad tal vez) que pagó con la soledad. Ese fue su error, ese fue su drama. Si un minuto de silencio por su alma reparara este enojoso asunto como lo reparan en el camposanto; si un minuto de silencio por cada mirada de soslayo, cada lágrima, cada instante o cada pueblo. Si un minuto de silencio honrara su voluntad sin importar su origen ni el dolor que imponen los adioses, el discrimen odioso y el repugnante prejuicio. Si un minuto de silencio compensara su inconsciencia. Si un Emilio inquebrantable en sus sentimientos. Si un Emilio en su coherencia pudiera reflejarse en sus decires. Si un Emilio se viera agonizar en sus sueños.

No hace mucho tiempo, quizá buscando un asiento cómodo para sus huesos estuvo en el Camposanto: "prohibido caminar mirando hacia las estrellas"; "prohibido amar sin complejos"; "prohibido beber en otros labios"; "prohibido actuar en secreto"; "prohibido lo natural"; "prohibido emborracharse y abrazado a una farola vociferar Asturias Patria Querida". Y en particular, prohibido escribir entrelíneas sin traductor. Estuvo en el Camposanto y a poco más se queda, pero a la María gracias, en un descuido pecó. Y al pecar recordó cosas olvidadas que son indispensables en el equipaje de la vida, caminante, y recordó que el amor es la vida. Y recordó la alegría perenne y esperanza de quien no se rinde a pesar de cualquier circunstancia. Y recordó el canto de la auténtica verdad. Y recordó las razones por las que el camarada y amigo dan la vida por una causa. Y recordó que amó a su patria con el orgullo necesario para sentirla en lo más profundo del alma. Y recordó que la muerte siempre dulce y burlona nos acompaña en la vida hasta el último suspiro. Y también recordó que desde el día que nacemos estamos condenados a morir. Lamentable paradoja. Estaba escrito. Emilio era poeta de mala prosa y hoy ha muerto y amén (redundante hasta la muerte). A nadie importa si murió de pena, o lo mató su innegable capacidad para la autodestrucción.

1 comentario:

  1. No esperaste ni al tercer día como hizo el otro.
    Salud, compañero, Asturias y Les Seniaes te retienen con nosotros; también tus escritos y los lectores. Deja lo de morirte para el final.

    ResponderEliminar