miércoles, 1 de enero de 2014

La resaca como inevitable

Soy precavido, lo tenía todo organizado, ni un minuto sin su cometido, hasta tenía un bote salvavidas por si el 14 era el fin de todo y no, ni fue el fin de todo ni soy tan precavido. Pero tampoco importa: entre ayer y hoy solo hubo una noche, larga, muy larga, pero una noche.
  
He de confesar que bebí más de la cuenta y ahora tengo la cabeza loca. No sé en qué pensaba, no puedo beber, y tampoco lo sé mear... pero bebí. Tal vez creí borrar todo de un plumazo y ahora todo lo malo lo tengo en la cabeza. No existe antídoto para la resaca de hoy ni para el país de ayer. 
  
Aún no me asomé al mundo, pero fijo que nos gobiernan los mismos de ayer con las mismas políticas y los mismos excesos. Monseñores incluidos. Todo pasa con una desesperada lentitud. Ya ni los sueños se cumplen... Es enero y siguen las mismas enfermedades sin antídoto, el mismo hambre que mata, la explotación, la violencia y otras tantas injusticias que existen con sus propias consecuencias. 
  
Gritemos la verdad al viento para que se entere todo el mundo: los cristianos con llanto, los evangélicos con biblias y los agnósticos con Marx. Que se enteren los políticos sin prisa y los empresarios sin escrúpulos. Que se enteren los testaferros del oprobio. Que se entere todo el mundo que con la llegada del 14 y su manojo de esperanzas, llegan o permanecen las mismas miserias y los mismos miserables. (La resaca como inevitable en el primer día del año).

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