Atenea

Este año los Reyes están pobres, les oía decir cada año a mis padres. Siempre fueron malos tiempos para la fe y la esperanza de los padres. Pero no para la inocencia de los hijos. El sentimiento de culpa de los padres al ver unos Reyes pobres es terrible. ¿Cómo justificar la diferencia entre los regalos deseados y los recibidos? ¿Será que los padres nos portamos mal? Recuerdo días atrás una noticia sobre un padre desempleado que robó en una gasolinera cercana a su casa para comprarle regalos a sus hijos. El ladrón novato no se percató que su mascota se fue con él a la gasolinera y le esperó a la puerta mientras robaba, precisamente debajo de las cámaras de seguridad. El antifaz que llevaba el ladrón de poco le sirvió: su mejor amigo le había delatado a la policía. ¡Al ladrón, al ladrón!. 

  

Algunos padres, sin justificar el medio justificarían el fin... Sin embargo, esta noche, Atenea, una bendita niña de dos años que nos tiene enamorados a mi esposa y a mí, hija de unos amigos, al recoger los regalos, de todos eligió un sencillo puzle de doce piezas con su dibujo animado preferido. Se dejó los mejores regalos (los más caros) para jugar con el que más ilusión le hacía. Ilusión: "concepto, imagen sin verdadera realidad sugeridos por la imaginación". La niña Atenea emocionada dijo a su padre: "tú, tú, papi, tú", y entre risas y alegrías los dejé armando el puzle. 

  

Corren malos tiempos para los padres, pero no para la ilusión de los hijos... Los padres vivimos una realidad que es un tormento, nuestros hijos no. Y convendría que no les robáramos esa ilusión. Mientras, imaginemos el país que soñamos algún día.