sábado, 25 de enero de 2014

El lucidez de un hombre venido a menos

"Porque las cosas no se aclaran nunca con la mentira ni con el silencio". Pablo Neruda.
  
Fue su vida, la vida de un hombre que nunca estuvo perfectamente loco, ni todo lo contrario, como mucho se mantuvo bordeando la locura, buscándola tal vez o quizá desafiándola. Nos conocimos en la sala de espera de la desesperanza y enseguida sintonizamos, hasta el punto de pedirle que nos citara el mismo día y la misma hora a la que llegábamos con antelación para cambiar impresiones.  
  
Nadie mejor que él tuvo conciencia de su situación, nadie mejor que él explicaba la locura con tanta cordura valiéndose prudentemente del escudo de la metáfora. Así, para tomar distancia respecto a sus problemas mentales y poner un plano objetivo, me decía que recurría a menudo a la ficción y en ella razonaba sus controversias.  
   
" Como sucede a las personas que no están completamente idas pero son de clara inteligencia, se dan cuenta perfectamente que su estado mental no es normal. Las ideas les bullen en el cerebro con una rapidez inusitada, pero de manera confusa, aunque nunca tan confusa que no les permiten comprender esa misma confusión. Cuando duermen lo hacen con un sueño irregular poblado de toda clase de visiones, desde las dulces que los acercan a los tiempos de su infancia, hasta las terroríficas de descalabros y catástrofes del presente".
  
Con la misma lucidez con que describe sus síntomas, describe también las causas de su locura. Pero ayer, como la nube que herida por el rayo se deshace en copiosa lluvia, él se diluyó en si mismo, su valor de hombre bueno no lo pudo evitar. Rompió su compromiso con la vida y sin darse una explicación se batió en retirada como esos enfermos graves que no tienen la esperanza de salvarse y mueren porque el desánimo les abandona antes que la salud. Creyó ser fuerte y no lo era. Entonces, ofuscado, buscó el alivio del amor fácil con el farmacéutico, y toda la gama del vicio y el desorden entraron en su universo. Su salud se deterioró considerablemente. Padecía insomnios, alucinaciones, y el delirium trémens encontró una víctima más en aquel sistema nervioso sensible y en su cerebro débil y alocado. El manicomio rompió nuestra amistad, fue el final de algo que no sabría describir. (Creo que de momento no iré a visitarle).

3 comentarios:

  1. Pobre hombre, muy triste lo que escribes hoy. Un hombre sin razón y sin amistades no existe ni en su propia cabeza.

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  2. Cuando comento y no me contestas siento que doy en el clavo, o que digo una gran tontería.

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  3. Es parte de mí, de ahí que no te conteste... Además, con el ordenador se fue el aviso de los e-milios. El lunes me darán otro móvil que supongo me avise. No sé. (Nunca dices tonterías, lo comparta o no). Beso.

    Salud.

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