Del corazón, del alma, de ti,
de quien me fío:
mi ilusión,
mí silencio,
mi otoño,
mí frío,
mí sed,
mí agua,
mi alimento,
mi todo.
Me apena que no estés,
pero mi apena es pena,
así que no es nada.
Apenas nada.
Nada.
Presumo tu enojo,
tu ira quizá;
la ira que dices solo me perjudica a mí,
¿acaso ahora también te perjudica a ti,
o solo te duele el alma?
Son cosas mías, no me tomes en serio...
¡Oh, despreciable!.
Vale.
¿Qué vale?
Me lo merezco, ¿es eso?
¿Crees que todo será en vano? ¿Crees que mañana todo volverá a ser como antes? ¿O has empezado a olvidarme? ¿O quieres vengarte del agravio? ¿Qué, si sabes que no soy consciente? ¿Qué logras orgullosa cerrándome tu corazón?
No me imites, por favor, no me tomes como ejemplo.
Tengo frío,
¿me arroparás esta noche?
Si vienes trae tu sonrisa,
sino,
me declaro culpable:
pon tú los cargos.
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