Leer es como un tranquilizante en una noche tormenta: tienes que leer para aliviarte y poder dormir... Ya, no es bueno cualquier dependencia, pero somos humanos y a veces tenemos que enfrentarnos a situaciones que si bien podemos superarlas, mejor con ayuda. Para leer uno debe tomarse su tiempo, ha de estar concentrado, pero no es inocuo, como tampoco lo son las pastillitas de colores para cuando uno quiere desparecer... Ergo: todos padecemos y todos leemos, por lo tanto, todos cagamos menos yo. (Cuando digo que no cago aclaro que cuando cago no leo). Supongo que son decires de un viernes de fiar propicio a las absurdidades. Escribir es otra cosa, al menos para mi, y huele mejor. A mí me gusta escribir porque te enfrentas a través de las palabras a tramas y personas. Te enfrentas al universo y a un dios verdadero. También la lectura requiere silencio y te enfrentas al universo y a un dios verdadero. Un marido que apenas existe para una esposa enamorada de la lectura sabe mucho de pasar desapercibido... Entre leer y escribir yo me pido escribir y mi esposa leer. Dice que antes se quedaría sin comer que dejar de leer un libro. Y yo escribir. Seguro que es por eso que todos los platos siguen en su sitio después de una vida con todos sus penas y alegrías. Penas las menos en una convivencia bien llevada. Al correr de los años resulta más apetecible estar en un cómodo sillón y escribir. O con un libro entre las manos y una lamparita en la intimidad de su habitación como mi esposa. Mucho más que las fiestas de antes... En los años altos, la vida es más tranquila y agradecida con un libro.
El hombre y la mujer se entregan a adorar lo que creen ser divinidades, pues adoran lo desconocido para hacerse sentir en su mente frágil que están amarrados a algo mágico. Adoran imágenes representativas para vibrar neuróticamente ente su falta de imaginación. Mejor adorar un libro. Y lo dejo aquí, no quiero entrar en polémicas divinas, al menos hasta que no salga la fumata blanca por la chimenea de la Capilla Sixtina y tengamos papa. "Habemus Papam", entonces sí.
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