Vengo de mi Mar Mediterráneo en calma, y en mi pequeño mar, he visto la locura de cerca... Allí, en la playa, no coge ni una sombrilla más... Padres, abuelos, niños dándole con la pala a la jodida pelotita. ¡a mí, a mí! gritando como posesos. ¿Acaso no saben que luego de la semana, al volver a la rutina diaria, se sentirán tan o más cansados, tan o más agobiados, tan o más estresados que antes de venir? ¿Qué no tienen miedo que los despidan del trabajo? Y hay más, las secuelas que deja correr, saltar o agitarse como si fueran batidos naturales es perjudicial para la salud porque genera experiencias recreacionales que se llegan a creer eternas y no: todo esto se acaba con el Domingo de Resurección.
Vale que el cuerpo necesita descansar, pero mejor al pie de casa, cada cual en la suya. Además, el ocio en tiempos de crisis es un bien innecesario... Y a más, por muy divertida y estupenda que se crea la escapada, incluso la compañía, no influirá en un ánimo a ras de suelo... que todos estamos o conocemos gente que lo está pasando malamente.
Cambiar la rutina pudiera ser pertinente, no digo que no, pero invadir mi intimidad y el sosiego espiritual que me motiva el ánimo es de una crueldad indescriptible.
No sé que decirte...
ResponderEliminarLa gente suele buscar evasión y no acordarse quien no pueda hacerlo.
Saludos