Una vecina de soslayo me dice que si no me da vergüenza andar por la calle con un foulard rojo y boina. Le explico que no es un foulard rojo, que es una bufanda roja, y que me importa un carajo lo que piense de mí. Y más le dije, pero ya en palabras amenazantes: "cuidemos las formas, vecina, que cada cual es cada cual... mejor te fuera si barrieras la acera y te metieras en tus asuntos".
El caso es que después de la estupidez me dice que ella no me vio, que se lo contaron en la panadería. Me dejó estupefaciente. Criticar a alguien de oídas es falso testimonio y está penado por la justicia. Aunque es verdad, yo en invierno siempre llevo bufanda roja y boina. Me siento favorecido con mi imagen, por otra parte de rojo y republicano. En mis tiempos éramos muchos los que llevábamos boina y bufanda roja. Pero ella qué sabe, yo soy más viejo y también de una tierra revolucionaria, para mí ser rojo y republicano es un honor. Que lo sepa la vecina chismosa, ella y las demás, las que van vestidas de apariencias y se enfrentan a mi bufanda roja y mi boina creyéndose estupendas. Pasa por respetarnos. Aunque ella últimamente se mete mucho con mis decires, y ahora, además, con mis formas de vestir. Probablemente si fuera roja no me vería de la misma manera. Pudiera incluso vestirse de republicana. Lo de mí boina y mí bufanda roja es una anécdota de oídas propias de un pueblo que le cuesta meterse en sus propios asuntos.
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