Persuadido por la nostalgia, echo la vista atrás y recuerdo a quien no olvido por haberme sacudido un sentimiento que desbordó mi capacidad de amar de otra manera. Y quiero sin más dar las gracias a una mujer hecha una dama, a su pelo seducido por el viento, a sus manos emparedando su cara, a sus ojos y de ellos su mirada, a las cinco de la tarde y un café, a su bendita risa por haberse hecho dueña de mi locura. Gracias te doy por acortarme los días y alargarme las noches, dama de la poesía, musa de mi inspiración.
Que costumbre tan "bienvenida" el dar Gracias de cuando en vez...
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