Qué triste sonrisa la de una mujer sin memoria empeñada en desandar la amistad, en negarse hasta sí misma en aquella virtud en la que, si no fuera amor, debería afectar a su corazón. Qué triste cuando los recuerdos se echan a la espalda y el olvido a la zanja del camino. Qué triste, qué amargo, y qué vano silencio. Qué triste labios que no besan. Que triste no ver amanecer, no romper amarras, no poner rumbo en busca de algún mar. Qué triste el tiempo, acaso un momento. Qué triste su recuerdo. Una mujer que llamada por su nombre le hacía honor: Amor.
Una mujer sensible y soñadora con un don especial para escribir. Se interesó por mí el día que llegaron hasta ella los decires de un de soslayo que acababa de emprender su camino. Nos hablamos por e-mail sin conocernos. Y enseguida comenzó por explicarme la parte que no conocía de la amistad. Me hizo mucho bien. Fue ella, en manuscritas palabras, quien me habló claramente de la amistad por dentro. En poco tiempo ya éramos amigos del alma. Me contó de la grandeza y la generosidad de un hombre al que amó... una historia de amor en otra vida. Otra vida y otra gente que nunca comprendió de ella su maldad, pero su capacidad de superar las zancadillas pudo más que todas las falsedades: solo pretendían hacerle daño. Mala gente.
Una mujer feliz de compartir el mejor café, incluyendo decires que tenían que ver con alegrías y nunca tristezas. Mujer capaz de sembrar la tierra más improductiva con flores y hacerlas florecer hermosas. De ilusionar. Ella me explicó la grandeza y el potencial del ser humano. Me enseñó por dónde salía el sol y por dónde se ocultaba. Y me habló de la luna y sus dos caras. Recuerdo cuando me dijo que la cara oculta de la luna le suponía añoranzas y un gran dolor, que hoy en día, aún no podía evitar soltar lágrimas de dolor cuando lo presentía en la otra cara... Nunca lo olvidó. También me dijo, cual embajadora de Alicia en el País de las Maravillas, que su vida en asuntos del corazón era más que María, la Magdalena, que ya es decir. Amante de la lectura, me contó sin exagerar que, si en una sala cualquiera de su casa alguien gritaba, ¡Poesía!, se descolgaban las estanterías de las paredes y caían cientos de libros... Extraordinaria su pasión por la poesía.
Y un día, una mujer, sin venir a cuento, me aclaró que la amistad excesiva no es buena. Sorprendente conclusión, y peor su decisión de desaparecer. ¿Es la señal que llega a confirmar que lo importante es alcanzar el amor sin más, porque sin más también es amor? Y si es así, ¿cómo será el amor sin menos... y peor, cómo se consuma el amor entonces? ¿Es la manera que tenía de volver al principio? Algo ha cambiado en su vida y no sé qué será. Y yo quiero saber... (Permíteme por hoy el optimismo. Permíteme, si es posible, por esta noche correr el riesgo de que te quieras quedar... O volver sin haberte ido).
Lo peor es saber que algo ha cambiado su vida y no sabes que es.
ResponderEliminarMaravilloso el post. Un abrazo