martes, 26 de marzo de 2013

El ordenador que me ordena está averiado

"El hombre no es más que un recién nacido respecto a la divinidad, como un niño comparado con un hombre". Heráclito.

Es natural comprender que alguien desahuciado en sus adentros, considerando la ausencia de su incapacidad narrativa y su limitada sensibilidad... ¿Qué pretendo?

En la actualidad tropezamos con cientos de tertulias, opiniones, editoriales: es un sin fin de personas que titubean en un mar de creencias fluctuantes con respecto al ser o no ser, y por ende, a lo que se entiende como divino o divinidad. (Ah...).

Aclaro, sin entrar en polémicas y sin inmiscuirme en análisis cualitativos de la dialéctica minuciosa que, usare el término divino y divinidad como sinónimos, aunque manifestaré la expresión arbitrariamente. (Sí que conviene aclararlo).

Como el hombre no conoce a veces ni en parte lo divino, si la gran mayoría de los seres humanos buscaran con agobio de qué echar mano ante la desesperación para no ahogarse en las aguas torrenciales de sus atolondramientos toscamente inculcados... como el hombre confunde lo divino con sus creencias paranormales, entonces, el hombre hace un mixtura entre la divinidad y sus apasionamientos; se desconcierta en los meandros de sus fanatismos y se idiotiza ante los ídolos burdamente forjados en su mundo insustancial. (Eso es verdad).

Oye: da rienda suelta a eso que tú sabes, a tus emociones, a tus ideales, a tus vivencias, a esa experiencia acumulada por los años y realiza el aporte necesario en el momento adecuado, contagia a los demás, sé útil, utiliza tu conocimiento en hacer el bien, no seas estúpido. Fija tus proyectos en la dirección correcta y no quieras hacer afectos con perspectiva de logros inmediatos. (Que no sé si me entiendes...).

Preferiría gritar a escribir esto. Las cosas como son.

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