viernes, 8 de marzo de 2013

El espectador

Mi amiga Roxana me dice que vaya triste y politiquero estoy en el Día Internacional de la Mujer. Le contesto que la cotidianidad me deprime y que lo siento. Entonces me envía un fragmento de "El espectador" de José Ortega y Gasset para que un día tan señalado no me pase de soslayo. Pues vale, por ella y por todas las mujeres.

He aquí en este humilde tranvía que rueda

Lejos de saber cuál será la belleza suma en la mujer, el hombre la busca perpetuamente desde su mocedad a su decrepitud. ¡Oh, si la conociéramos de antemano!

Si la conociésemos de antemano perdería la vida uno de sus mejores resortes y buena parte de su dramatismo. Cada mujer que por vez primera vemos suscita en nosotros la suprema esperanza de que es ella acaso la más bella. Y en este juego de esperanzas y desencantos que dilatan y contraen nuestro corazón, la vida corre presurosa por una campiña quebrada y amena.

Del rostro que ante mí veo quisiera aprender, conocer qué es hermosura. Cada individualidad femenina me promete una belleza ignorada, novísima; la emoción que empuja mis ojos es la de quien espera un descubrimiento, una revelación subitánea.

La expresión más exacta de la tesitura en que nos hallamos cuando, por vez primera, miramos a una mujer, sería esta que parece solo un frívolo giro galante: "Toda mujer es guapa mientras no se demuestre lo contrario". Y aún cabría añadir: de una belleza que no hemos previsto.

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