Las redes sociales han hecho un gran perjuicio a las relaciones humanas; personas que no se conocen se cuentan sus cosas con normalidad. Lista de amigos invisibles con rostros manipulados o no pero ciegos de pasión. Supongo que es una gran suerte tener muchos amigos a quien poderles contar las cosas que ocurren cada día. La paradoja es una sociedad callada donde es posible tener una cuenta abierta en una o más redes sociales para decir. Mejor antes que se podía decir a la cara viendo las reacciones, las muecas y las lágrimas; se ha roto la comunicación entre las personas, especialmente con las amigas que compartían los desvelos, las tristezas y las alegrías. Corren malos tiempos para la amistad; tiempos negados al café y una amena conversación. Una red social es vivir inmerso en un mar de frases compuestas con palabras sobadas. La cotidianidad compartida con extraños dejando al margen a los amigos de carne y hueso. Las prisas y algún miedo han llevado sus fortalezas a las redes sociales, es más fácil encender el ordenador: -¿quién anda por ahí? -soy yo. Ay, me vienes como anillo al dedo (a veces es literal: ¡vivan los novios!), que salir a la calle en busca de unos ojos decidores.
Queremos compartir una noticia sensacional que nos acaba de ocurrir y solo se nos ocurre encender el ordenador con sus redes sociales donde habitan los que han perdido la sintonía de la vida. Las redes sociales perjudican las relaciones humanas, dañan los sentimientos. Las redes sociales son un duelo camino del campo santo. Silente camposanto donde se entierran las emociones.
Una amistad clama porque su credibilidad rueda en el fango de una vida sin compromiso. Una amistad clama por la importancia de las cosas reales pero tiene miedo a enfrentarlas. Una amistad, una amiga. (Esa lluvia de recuerdos jamás se irá de ti, te calara mientras vivas. No podrás evitarlo, 145 amigos).
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