viernes, 13 de julio de 2012

Imprudente amor

Aquella vendedora de historias reflejaba necesidad en sus ojos. Su mirada transmitía desesperanza. Descansaba la vista en cada movimiento detenido frente al sinsentido. Al fijarse en mí, quiso venderme una historia. Pero a la historia le faltaba el final. Sin embargo, insistía en vendérmela:

-Trato de sobrevivir.
-¿Me quieres vender una historia sin final?
-Imagíname y pónselo tú.
-¿Acaso tiene que ver contigo?
-Tal vez...
-¿No te importan las historias que vendes?
-Son historias repetidas.
-Entonces es un fraude.
-¿Un fraude?
-Sí.
-Un fraude... entonces existes.
-No lo sé.
-¿No sabes si existes?
-Dímelo tú.

Donde quiera que vayamos, o estamos solos o nos acompaña un nombre de mujer. A veces es una amiga que de cuando en vez nos dice con palabras siempre dispuesta a la comprensión. Noches sin sueños, luna sin mar, ¿qué? Una sonrisa, una mirada, unos labios. Admiración y miedo. Amor y desamor. Todo lo delata un nombre de mujer. Imprudente amor.

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