Por circunstancias de la vida (tantas veces impuestas), mantuve un denodado esfuerzo por construir nuevos caminos. He buscado respuestas y esperanzas. He vivido desafiando el porvenir que nunca llegó. Hoy, viejo y cansado, y tantas veces decepcionado, con tantas esperanzas entregadas, harto de disculpas y mentiras, mis nobles intenciones naufragan en la desconfianza. Mi vida no es la que soñé en mi juventud: mi vida entregada a la desilusión, aunque lo compenso con un poco de fantasía al alba escribiendo cosas tranquilas y sin aspavientos. Reflexiones sin coacción y reclamaciones sin indulgencias. Me gusta sembrar dudas razonables. Y sobretodo me gusta escribir al amor y la santa poesía. Y por imperativo, algún que otro descuido.
Y hablando de descuidos, uno de los más desgraciados de la humanidad, uno que importa más que el amor y la santa poesía o cualquier otro desvelo, es el hambre en el mundo. Ayer, en una entrevista que levante.com le hizo a Manuel Toharia, divulgador científico y director de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, dijo a modo de sentencia: "La peor catástrofe del mundo es el hambre, no el cambio climático". El hambre en el mundo será una catástrofe sempiterna mientras no interese al universo especulativo. En este punto del comentario, conviene decir que las naciones globalizadas económicamente, ni miran de soslayo y toleran las disculpas de las grandes potencias sin taparse la nariz. Naciones poderosas se enriquecen mientras otras se mueren de hambre. El humano ser al correr del tiempo se hace inmune a sus propias necesidades.
Si lo que ocurre más allá de nuestra nariz importara, no debiéramos emprender un nuevo día como si no pasara nada, porque pasa. Embutidos en nuestra rutina de asuntos inaplazables, como sociedad, no trascenderemos si no hacemos nada contra el hambre en el mundo. Porque no es lo mismo joder que estar jodido, no me canso. Vivir de espaldas hacia ése mundo indefenso sin darse cuenta de lo obvio es morir más que vivir. Vivir al margen de esa realidad, ¡por Dios!, es carecer de sentimientos, es no tener vida propia. Estamos muertos.
... y se hizo hombre. Y ahí empezaron nuestras tragedias. Si consideramos que a la mujer la debemos querer pero no comprender estamos perdidos. Conviene decir sí cuando es sí, a no ser que la barbarie nos haya robado el alma. A la mujer se la debe querer y comprender. Amor. Y sobre todo reconocer que tiene derecho al olvido. (Prometo intentar comprenderte, desenmarañar tu laberinto, y cuando lo consiga, dibujaré en tu piel una mirada serena sin horizonte y una realidad libre de maquinaciones).
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