Hoy estuve de un lado para otro de recados y una encomienda con el cajero automático del banco que no se deja. Si con los recados ya me sobra para qué me envían al cajero a sacar dinero si no recuerdo la clave y recoger de nuevo la tarjeta me se olvida... Qué no daría para estar al día en las nuevas tecnologías, ay. Y puestos a sacar mis carencias a pasear, he de confesar a estas alturas que para pagar saco el monedero y la honradez de la cajera me cobra. Va muy en serio, ojalá nos echaran del Euro. Y no hablo de política sino de incapacidad. Además, lo malo que cuento no es lo peor que sucedió esta mañana de sábado de fieles difuntos: al doblar la esquina para comprar el periódico el quiosco estaba cerrado. Y no tenía ningún cartel explicativo: me temo que la era digital lo ha asesinado con todas las de la ley. El periódico de papel y yo estamos negados al presente. ¡Joder, dona!. Cada día leo los periódicos digitales y huelo uno de papel, no es pedir demasiado. Con lo malo del Euro debiera ser suficiente. ¿Podré vivir sin olor a papel de periódico? Digo periódico y digo azahar, que para mí es lo mismo. Y suficiente con tu sonrisa.
Si cuando antes educado les decía: me pase con la Web, hubiera sabido que esto iba a acabar así no habría esperado a que me echaran sin honores ni consuelo.
Seré coleccionista de periódicos viejos. ¿A quién importa que un periódico solo se pueda actualizar al día siguiente si huele a papel? Ya sabemos que las noticias ocurren las veinticuatro horas del día ininterrumpidamente, pero también sabemos que las malas noticias ganan a las buenas con diferencia. Vertiginoso va este mundo que cierra los quioscos donde se vendían periódicos y revistas y flores y chicles y caramelos, ¿qué harán ahora los románticos y los niños? De vivir una realidad que responde a las necesidades del humano ser mentira y gorda. Me importa un carajo lo que ocurra en este planeta que no es sino el lado opuesto de mi universo. Las antípodas de mis necesidades. Y a más, empiezan con los periódicos y acaban con los libros. ¿Y luego? Conmigo que no cuenten: Yo me apeo.
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