"Uno llega a cierta edad en la que hasta la vida estorba".
Hoy quiero dedicar el día a la vida y la muerte, y también a la salud. Nacemos para sufrir y morir. Pero tiene que haber más. Al menos yo no me conformo solo con vivir para sufrir hasta la muerte. Para eso vale no haber nacido. Ya, claro, nosotros podemos decidir el día de la muerte. ¡Qué gracia!. ¿Y el amor?
Lo de arriba es una frase que encontré en un blog que no pienso volver a visitar. Eso. A mí la vida no me estorba. Como diría la rubio manchego, lo digo como lo siento. Y no es que me falten motivos, que cada cual los tiene y más para con ellos. Con decir que me ofrecieron el cargo de director del Hospital, y no por saber sino por antigüedad. Así como lo cuento. Tan cierto como que es mentira. De toda la vida adaptamos la verdad a nuestros intereses.
Si de negar se trata, podemos negar la mayor: a Dios, el amor, la colindancia o aquello que nos venga en gana, incluso que vivimos la mentira en cada esquina como si fuésemos descendientes del innombrable. En lugar de ser hijos de la luz lo somos de las tinieblas. Vale que a veces... o siempre si uno quiere, pero lo de arriba es mucho. "Uno llega a cierta edad en la que hasta la vida estorba". ¿Y qué edad es ésa? La del desamor, la enfermedad, la del solo ruido, la que nos acorrala la muerte, la que nos abandona la vida, la del relativismo, la del escepticismo, la de la nada, la que nos parece según nuestro estado de ánimo. Cuesta entender algunas actitudes propias de quienes parece que no tienen nada que perder. Ni ellos ni quien los quiere.
En ocasiones andamos tan de aquella manera que no sabemos discernir el bien del mal. El amor del desamor. La vida de la muerte. Y todo lo demás: Para el mal el bien. Para el desamor el amor. Para la muerte la vida. Y todo lo demás: En ese plan. Sino por ti por mí, y por todo el mundo que te quiere, no seas ahora lo que nunca fuiste: Egoísta. Elige vivir.
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