Vivimos tiempos de asuntos inaplazables, y lo peor que nos hemos acostumbrado. Las prisas no son amores. Vivimos a ritmo de su presura sin resolver lo que verdaderamente importa. Si quien sabe hiciera un pormenorizado estudio de los perjuicios que conlleva relegar a las personas que nos quieren a un segundo plano no mereceriamos siquiera afecto de alivio. Quien tenga hambre de asuntos inaplazables que ayune.
El mensaje es para quienes soportan los asuntos inaplazables a base de pastillitas de colores. El día es agotador. Más parece que sus carnes ya están muertas.
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