En el casino, después de la misa, se oyen tantas cosas ruidosas que no puede ser el reflejo elocuente del sermón del cura que acaban de oír. ¿Oyen pero no escuchan? Miran y no ven.
El caminar de los que sobreviven sin dejar rastro; los que sosegados no ven claro dónde los llevan. Tal vez al patíbulo. Los discursos grandilocuentes de los curas desde su púlpito un domingo arrastran a los creyentes más necesitados por sus fueros. Sin fe no hay esperanza. Los curas en su fe, debieran contar la verdad. Las cosas terrenales no son celestiales. Aquí abajo hay que hacer frente a lo tangible... Y lo tangible espanta. Pablo, iluminado dijo a los corintios: "No debemos mirar las cosas que se ven, sino las que no se ven". Pablo, y su alma redimida, tenía una visión avanzada en el tiempo de las cosas que se ven hoy día en Gracia y aconsejaba mirar a lo que no se ve. Ciertamente en Grecia las cosas están para mirarlas de soslayo un estrábico. Más que nada para no verlas.
Y entonces, las historias de antes serán leyendas de ahora y nos perderemos entre los siglos y apareceremos entre los brazos del amor. Amanecerá un día y las cosas que se ven serán como las que no se ven. Amén.
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