Si un día escaso de imaginación me diera por hablar de mis amigas diría de ellas solo lo malo. Soy persona carente de humildad (se comenta por sitios que solía frecuentar, y las personas despreciables de nacimiento es lo que hacemos, hablar mal de nuestras amigas y algún amigo. Igual viene en nuestro ADN o lo escuchamos en el silencio o es virtud y conocemos nuestras limitaciones y debilidades mentales, lo que sé de cierto es que soy agradecido y que me rediman no me interesa si no es por amor), y hablo mal de mis amigas y algún amigo.
Me metería a monja de clausura pero allí no dejan ver el Telediario ¿y qué hago yo, Virgen Santísima, a estas alturas de la vida sin Rajoy y la rubio manchego al acostarme y sus deseos de sueños infantiles? Con el "Jesusito de mi vida" no duermo. Prefiero hablar mal de mis amigas y algún amigo. Lo cierto es que si sigo en este plan acabaré mirándome al espejo e insultándome.
Vivo una vida de lucha interna, desafíos y controversias alejado de la realidad. De antes recuerdo que la amistad daba fruto, era estupenda y echaba raíces, ahora no. O pudiera ser que tuve mala suerte. Eso es posible. Nunca quise hablar -ni hablé, oiga-, mal de nadie y menos hice daño, aunque no puedo decir lo mismo de quienes confié mi credibilidad. En un mundo sediento de amor y poesía, mejor no hablar. Lo digo de corazón: Sean felices.
Toda una declaración de principios....
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