viernes, 10 de abril de 2015

Sean felices.

Si un día escaso de imaginación me diera por hablar de mis amigas diría de ellas solo lo malo. Soy persona carente de humildad (se comenta por sitios que solía frecuentar, y las personas despreciables de nacimiento es lo que hacemos, hablar mal de nuestras amigas y algún amigo. Igual viene en nuestro ADN o lo escuchamos en el silencio o es virtud y conocemos nuestras limitaciones y debilidades mentales, lo que sé de cierto es que soy agradecido y que me rediman no me interesa si no es por amor), y hablo mal de mis amigas y algún amigo

Me metería a monja de clausura pero allí no dejan ver el Telediario ¿y qué hago yo, Virgen Santísima, a estas alturas de la vida sin Rajoy y la rubio manchego al acostarme y sus deseos de sueños infantiles? Con el "Jesusito de mi vida" no duermo. Prefiero hablar mal de mis amigas y algún amigo. Lo cierto es que si sigo en este plan acabaré mirándome al espejo e insultándome.

Vivo una vida de lucha interna, desafíos y controversias alejado de la realidad. De antes recuerdo que la amistad daba fruto, era estupenda y echaba raíces, ahora no. O pudiera ser que tuve mala suerte. Eso es posible. Nunca quise hablar -ni hablé, oiga-, mal de nadie y menos hice daño, aunque no puedo decir lo mismo de quienes confié mi credibilidad. En un mundo sediento de amor y poesía, mejor no hablar. Lo digo de corazón: Sean felices.

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