martes, 3 de marzo de 2015

Sin musa no hay poesía.

“Más lágrimas se derraman por oraciones respondidas que por no escuchadas”. 
Truman Capote.

De ser dueño de sus silencios un poeta tiene una úlcera de cuidado... Un poeta calla y calla y tarde o temprano...

Un poeta busca una musa con quien compartir la palabra que sin ella vale lo que un adiós. Pide que se haga justicia inmediatamente porque un poeta no es culpable por haber confiado en una musa que ya no inspira. Una musa si no cumple expectativas es un fraude de amor. Un poeta da pena y todo por haber confiado su credibilidad.

Si el poeta se llamara Doña Inés se metería a monja. Como monja revolucionaria no tendría rival. En el mercado de invierno lo ficharía un periódico de gran tirada para la sección de cultura clásica a poco que apareciera el Tenorio.

Como los buenos periodistas que buscan una exclusiva, si no hay un crimen en la ciudad asesinan para tenerla. Para que una exclusiva merezca la pena el muerto tiene que ser importante, no vale un muerto de hambre.

Un poeta sin musa sufre por el pueblo que se muere de hambre y sed de justicia y asegura que la poesía debe ser política cercana al pueblo. E intentar sobreponerse con palabras de esperanza a la realidad que embarga vida. En este mundo o en otro. Ay, qué pena de poesía. Sin musa no hay poesía.

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