En el Día Internacional de la Mujer, yo quiero ser mujer. Y si no se puede porque no, entonces me conformo con ser Bill Gates, Carlos Slim o Amancio Ortega.
La mujer quiere la igualdad que ya es hora, y que se la respete como ser humano. La mujer quiere idénticos derechos al hombre. En el mundo laboral, en la vida social, en la familia, sí la familia, los hijos. En una sociedad machista la mujer es menos que el hombre y ante la duda la mujer pierde. Estamos por la igualdad y sin embargo...
Si yo fuera Bill Gates, Carlos Slim o Amancio Ortega sería millonario, que no quiere decir que fuera feliz. El dinero no da la felicidad, ser hombre tampoco. Ni ser mujer. Pero sería un gran paso, cansados, desamparados, que el hombre y la mujer fueran ese par de dos capaz de superar los sinsabores de la vida. Los dos, hombre y mujer en igualdad de condiciones. Para ser felices necesitamos que el amor esté presente en nuestras vidas. Aceptarnos, sentirnos valorados, respetarnos. No puede ser que al final de nuestra vida, en el último suspiro, nos demos cuenta que sin amor no hay poesía. Un estado de ánimo, una actitud; un hombre y una mujer que saben reírse y divertirse con solo una mirada de soslayo, perdón, una mirada cómplice quise decir.
La mujer es más fuerte que el hombre. Cuando una mujer decide amar después de haber amado, un hombre puede hacerla feliz, temblar de emoción, pero no volverá a perder la cabeza. Ni su horizonte cercano. Una mujer maltratada por un hombre no volverá a perder la dignidad. Mujeres de fe, esperanza y coraje, gracias por vuestro imperecedero legado de amor... (No perdamos la esperanza de alcanzar la igualdad; el día más claro llueve y el día más oscuro aclara).
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