Cinco años atrás, un ocho de marzo oscuro y gris como hoy, una mujer recibió una noticia donde le explicaban sin ningún género de dudas que un nódulo de mama era maligno. Según yo lo veo, a una mujer se le fue la vida y con ella la de sus seres más queridos. Y la esperanza. Si un ser humano pierde la esperanza qué le queda... Pues una mujer, a partir del conocimiento real, tomó una decisión real: luchar por su vida.
Como mujer, como esposa y madre, como ser humano imprescindible, entendió que tenía que obligar a su cuerpo a responder ante la vida que le pretendían arrebatar.
Un hombre, desconocía, causa efecto, lo que una mujer es capaz de hacer, acciones imposibles siquiera de imaginar. Una mujer tomó una determinación y no consintió que sus pensamientos más tóxicos nublaran su contienda.
Hubo momentos cercanos al precipicio cuando su mente entraba en contradicción con el conocimiento y la comprensión. Trataba de dejarse llevar por los avances de la ciencia mientras descubría horizontes perdidos en el desconcierto. Nada sabía y nadie le contaba. Incertidumbre total. Una mujer acostumbrada a tomar decisiones de pronto dependía del capricho del azar.
A día de hoy, las cosas han cambiado. Victoriosa, heroína, su realidad es otra. Y a la edad que aparenta, dueña de sí, considera que merece la pena vivir a pesar de las consecuencias. Creyente en su fe, dio gracias a Dios. A quién le interese saber, una mujer bella e inteligente, como tantas otras mujeres bellas e inteligentes, según me cuentan, venció a la muerte.
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