Vistiendo a Ian después de bañarlo ni recordaba la ropa. Patricia me explicó, pero una cosa es que me explique y otra que lo entienda. Yo le dije ve tranquila.
Tenía que llegar y llegó. El biberón y el pañal sin problemas. Pero con la noche llegó el baño y vestirlo. Las cremas, el pañal, la camiseta, el pijama y la colonia. Y el biberón. Como si fuera de fiesta, oiga. Y al amanecer vuelta a empezar: el aseo, las cremas, el pañal, la camiseta, el enterizo, la camisa, el jersey, el pantalón y la colonia. Y de nuevo el biberón. Me lo explica Patricia y no lo entiendo, pero solo ver la ropa y es fácil, lo uno lleva a lo otro. Eso sí, Ian es hijo de mi hija. Mía, como padre, es la madre y se viste sola. En fin, que ya uno está para que le cuiden, quiero decir. Pero la experiencia maravillosa.
Impaciente, espero que se vuelva a repetir pronto. Un día y una noche con Ian merece la pena. Más el día, claro. Lo digo por lo del biberón cada tres horas. Ah, y eso de que los bebés lloran mentira y gorda. Ian, un cielo de bebé.
Mejor que sea un cielo, Besos.
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