Ayer, Nacho, después de almorzar y con un café en la mano, el tema que prestó a la reflexión fue la política, a la casta que merece la pena se vayan con Dios a meditar al Monte de los Olivos y se dejen de robar. Cuando llegó lo presenté como persona de misa diaria y no: las iglesias las conoce por fuera si le coge de paso. Pero en Semana Santa pensé que podíamos ser todos y todas hijos de Dios. Nacho no tiene doblez y pido perdón. En las procesiones, a cada paso de los capuchinos, los llamaba casta. Solo él y el porompom y pom de los tambores se los oía. Política y religión todo casta. Y sindicatos y empresarios: en este país, dentro y fuera de la Cárcel de Soto del Real, todo casta. Condición sine qua non para ser ciudadano de esta patria ser casta. Ayer Nacho estaba insociable.
Rajoy dice que el país está bien, muy bien, que la pobreza y otras miserias son asunto del pasado y que ni Alemania. Pues no, mentira, y cuidado con los políticos en campaña electoral: estamos cansados de las tácticas de acercarse y ofrecernos la gloria y después vamos todos los elegidos a ver qué queda del Erario.
Los elegidos de Dios y de las urnas. Gloria y bendiciones. Creyentes comprometidos con el hambre en la Tierra solo en Semana Santa y los políticos en campaña electoral. Celebraciones litúrgicas y mítines políticos. Todos somos hijos de Dios pero solo los elegidos nadan en la abundancia. Casta pura y dura. Ayer Nacho no tenía el día con el viento a favor. Pero hay más, con la cena llegó el fin del mundo. Con su permiso, ése será tema a tratar en otro de soslayo y otro café.
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