martes, 17 de marzo de 2015

Renovarse o morir.

En el blog de una amiga que pasa mucho frío pero no le importa pues vive en Jaca y el frío es de allí, leo que de cuando en vez conviene acondicionar el blog con medidas exactas. De nuevas tecnologías y ciencias exactas no entiendo, ni a ella entiendo, pero me fío y ya está. Espero que me guste.

De viejo, me gusta contradecirme, me doy cuenta que Sócrates tenía razón al decir que "solo sé que no sé nada". Pero aprendo un poco cada día y procuro olvidarlo al anochecer. El nuevo día merece recibirlo sin disculpas de ningún tipo. Mente abierta: cada día es diferente y precisa unas ganas exclusivas de vivir. Ver amanecer para un viejo es la hostia. Recibir el día como si fuera un dios salvador que viva en mí hasta la noche. Y mañana volver a empezar. Y escuadriñar entremedias un sueño hermoso. 

Renovarse o morir, dice Kristel. Mi hija lo dice mirando su fondo de armario, pero no es noticia a destacar, la noticia a destacar sería renovarse cada día interiormente. Machaconamente no hacemos otra cosa que insistir en lo mismo. Y dale a la rueda. Y así vamos perdiendo el interés por las cosas. (Va en serio, ni curiosidad). Si perdemos el interés por las cosas se pierde uno de los bienes más preciados: la palabra que se llena cada día con bienes de vida. Una palabra a rebosar de buenas intenciones. Y mejores obras. Lo dicho, no hago otra cosa que contradecirme. 

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