Un viernes aún por definir -si fiable o no-, me plantearé con precaución no caer en la trampa de las palabras que a veces hipócritas utilizo para retorcer la verdad a conveniencia. Con todos los otros problemas que tenemos, la desesperanza necesariamente da para mucho. El asunto es ese.
La cara de la sociedad es de insatisfacción e impotencia. A nuestros gobernantes más les valdría encarar la gravedad que acucia a sus gobernados. Se pudiera decir que es percepción, pero he llegado a considerar que la mejor manera de enfrentarse a los problemas que vivimos es haciéndose pasar por locos de atar. Mientras la sociedad crea que no hay solución a los problemas, no perderá la esperanza. Parece que vuelven las palabras hipócritas, ahora de la mano de la confusión, porque si es percepción, puede volverse en contra del sistema público (con perdón) de salud mental y entonces sería un verdadero manicomio.
El gobierno nos tiene atiborrados con la reforma fecal. Es afán de recaudación, es dinero lo que quieren, dinero, solo dinero, y se han desentendido de las verdaderas necesidades del pueblo. Pregunto: ¿adónde llegaremos con este sistema educativo impuesto por decreto? Al ministro Wert para creer le recuerdo con palabras de Derek Bok. "Si crees que la educación es cara, prueba con la ignorancia". Viviremos tiempos impredecibles, no es una amenaza.
A veces, atrapado sin precaución entre las palabras hipócritas, pienso que España es una gran empresa alemana en la que el Estado es accionista minoritario. Corren tiempos anclados en el miedo, el dato es histórico, hagan memoria. En este momento me dan ganas de salir a la calle y gritar: ¡Urge mantenernos unidos, prudentes, sensatos!. Pero tengo miedo, miedo, tengo miedo y no me atrevo.
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