sábado, 17 de noviembre de 2012

¿Quién tiene miedo?

¿Quién tiene miedo? Es una pregunta que hoy me motiva a escribir. Pero que si no sería otra. Lo mío es un constante preguntarme. ¡Qué aburrimiento de vida la mía: siempre igual!. Si saliera a preguntar a la calle fijo que todos serían cobardes y no se atreverían a decirme: "yo tengo miedo". Entonces, hay que correr la voz para que todos seamos sinceros y decir que tenemos miedo porque la mentira, el no reconocer nuestros miedos nos puede provocar la autodestrucción. Somos adultos y sabemos que es natural encontrarnos ante situaciones que nos intimidan, incluso aterrorizan. En este sábado de los fieles difuntos debiéramos ser sinceros y no mentir para descubrir las consecuencias que nuestros miedos nos pueden generar en el alma. Un destrozo.

Recuerdo a Eugenio, ¡joder, dona, él sí que está viejo y enfermo! (redundancia mortal). Digo que recuerdo a mi amigo Eugenio un día decirme que la valentía para hacer frente a nuestros miedos nace de la paciencia. Nada tiene que ver con salir a la calle y fanfarronear hasta que uno se encuentra con su miedo preferido y estúpido, comienza a temblar como una magdalena, por cierto, cómo temblarán las magdalenas... o como un pavo en Navidad. Y vuelta a empezar, a llamar a la puerta con una papela de lotería de Navidad. ¡Que no quiero lotería de Navidad!, y menos que llegue la Navidad. La Navidad se nutre de otro de mis miedos, ausencia. Porque yo sí que confieso que tengo miedo. Un camión de miedos. Miedos para dar y regalar. Tengo miedos más allá de lo que mis ojos alcanzan a ver:

Miedo interno. Miedo que trasciende más allá de mis fortalezas. Miedo a que me roben mi derecho a decidir. Miedo a perder la conciencia. Miedo a irme. Miedo a transformarme en la vida de otros. Miedo a perdonar de nuevo. Miedo a lo que no me permita avanzar. Miedo a no disfrutar de los años que me queden por vivir. Miedo a no ser capaz de reconocer lo extraordinario de las cosas. Miedo al viento que no me acompaña y dejó su último siseo en la doblez de la espera y en el delicado goteo de una angustia que aleja la idea que intentaba germinar en el erial de una intención. Miedo al miedo. Miedo al amor. Miedo a morirme sin tener algo contigo.

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