martes, 30 de octubre de 2012

Noviembre

Noviembre es un mes que tiende a quebrantar la vida cotidiana. Noviembre es el mes de los muertos. De los cementerios. Del frío en el cuerpo. Noviembre es el mes que nos debiera llevar a reflexionar sobre el bien y el mal, sobre las virtudes y los defectos de cada cual. Empezando por nosotros, naturalmente. Sería una acción virtuosa. Pero no sé. Igual si vamos a honrar a los muertos, cada cual a los suyos y con la mejor vestimenta, un padre nuestro y arreu. Y no nos dolería la cabeza por reflexionar. De pequeños nos enseñan los verbos pero no a conjugarlos. Mejor valorar la vida y honrar a los muertos todos los días... pregunto.
 
Apenas damos sentido a nuestra existencia y ya nos dicen qué dirección debemos tomar. Y lo aceptamos sin rechistar, y vamos por la vida de estupendos hasta que llega un día y nos damos cuenta que la malgastamos en estupideces, tal vez tradiciones, porque de eso hablo. Siempre igual. Lo cierto es que nunca es tarde para reflexionar sobre la muerte, pero ojo, y que nadie se llame a engaño, mejor hacerlo desde la vida.
 
La muerte siempre espera, está ahí como un sueño, como una poesía que se explica tarde. Esto es un hecho, sin embargo, alguien debiera tomar medidas para romper el orden de las cosas. Y honrar a los muertos sin aspavientos, libres de hipocresía. Y en primavera, y con un verso, y no con flores: las flores mejor dejarlas en el campo para dar vida. Las flores son las primeras donantes de vida: las flores, la naturaleza que nos acompaña no es nuestra, es la herencia de nuestros hijos y debemos conservarla.

Y otra cosa, de todas las verdades, el que pueda que elija el amor y la santa poesía. Porque cuando la vida nos abandona, ¿en qué quedan los besos que no damos? (Que esa lluvia de recuerdos caiga sobre tu vida. Y me salves).

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