lunes, 22 de octubre de 2012

Caridad

Cuando el sol se encontraba a la máxima altura sobre el horizonte y la esencia del azahar aún negaba su fragancia, el fuego elemento no permitía el vaivén de los sueños. En esa circunstancia de infausta fantasía, nacía una virtud: una niña de ojos decidores y bendita sonrisa que más tarde sería admirada no solo por su belleza o la expresión de su cara, sino por el mensaje sutil que fue emanando de su alma limpia y tierna.

El tiempo llevó a aquella niña hecha mujer por el camino de la humildad y la sencillez, típico en las mujeres de inmenso corazón, hasta que llego un día que su alma sintió un descuidado estremecimiento. Nunca antes había experimentado tan romántica sensación; frente a ella, como un halo de colores inexplicables, un hombre la miró dejando escapar una sencilla y armoniosa simpatía. Desde aquel día aquella mujer guardo como un tesoro el encuentro mágico que nunca más la abandonaría. Las incertidumbres, los sueños, las pasiones, las tristezas y alegrías, las congojas, y todas las muecas juntas de la vida con sus desvelos sirvieron para hacer de aquella mujer una verdadera dama. Una dama en cuyo corazón se ocultaba una joya de amor en bruto incapaz de mostrarla a nadie sin un sentimiento de amor comprometido que lo avalara. Pero dicen que el amor es caprichoso y tiene sus recovecos, entonces, un día, acaso empujada por el viento y bañada por el encanto de una primera vez, encontró el verbo de aquél a quien un día el azar había puesto en su camino. Y se dejó robar un beso, y se dejó estrechar entre sus brazos a la vez que un manojo de nuevas sensaciones le arrebataba la tranquilidad soñadora bajo la luna de un embrujo pasional. El silencio fue testigo de la fusión de un amor de ensueños incontrolados; de un amor de delicada esencia en permanente ebullición. Y después de un sentido poema, la vida la premió de renovadas esperanzas. Era una felicidad inexplicable para ella, porque no entendía cómo dos corazones podían tocar el cielo. Algo insólito.

Pero aquella dama que amaba con todas sus fuerzas, en un descuido inexplicable de la vida se convirtió en una dama en pena. Y las circunstancias la obligaron a recluirse entre las hojas de un libro de amor sin poesía. Y los sueños y sus aromas románticos se detuvieron en el tiempo. Pero el tiempo nunca es eterno si media la María. Y aquella niña hecha mujer, aquella dama de ojos decidores y bendita sonrisa, caminando por los laberintos de un libro de amor sin poesía, encontró la salida y un motivo para vivir: una nueva ilusión. Y más allá del dolor de alma, por el camino que recorre el sol, descubrió con su luz natural el nuevo amor. Y pernoctó en él, y al amanecer un nuevo día se dejó llevar confiada por el horizonte de nuevas emociones. Y volvió a creer en el amor, y volvió a caminar por nuevos caminos, y a entregar besos de amor: caricias de unos labios olvidados. Y en un lugar abstracto de su ser, resucitaron sentimientos con nuevas sensaciones. Y apareció de nuevo el amor en su vida. Así fue como nació una nueva aventura en su vida que se consolidaría con la estética de los ensueños en lo más profundo de un corazón que, a pesar del tiempo, aún le queda mucho amor que regalar. Y de una dama recluida entre las hojas de un libro de amor sin poesía, brotaron sentimientos de amor capaces de encandilar al más recio caminante. Aquella dama, después de tantos años de reclusión, se encontró ante lo que había sido el todo de su vida. Y de nuevo recibió el suspiro tierno del amor entre las brisas de un mar en calma sin brumas y sin incertidumbres. Y en el amanecer de un día otoñal, aún con la humedad de la tormenta en el ambiente, una dama se hizo poesía. (Travesuras de la María). Una dama encontró la manera de despertar del ensueño diamantino entre las hojas de un libro de amor sin poesía; una dama con su propia poesía. Bendito su amor.

Caridad, soy tu amigo del alma que te dice que la eternidad es el camino que existe detrás de las montañas donde se fusiona la aurora con el alba para que salga el sol y amanezca el nuevo día. Soy tu amigo del alma, Caridad, el que siempre te dice entre líneas que la felicidad te espera, que no te entretengas, que corras hacia ella. Caridad, tu destino es el amor y la santa poesía. Está escrito. Beso.

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