Hablo de escribir porque es inevitable.
Cuando viajo no me falta un libro de Arturo Pérez-Reverte y el portátil. El portátil lo llevo por si en un aquel se me ocurre algo que merezca la pena escribir. Y el libro de Pérez-Reverte para cuando las cosas no me salen como quiero consolarme. Un libro de Pérez-Reverte, en el día más aciago que recuerdo me salvó la vida. Era un día sin esperanza. Y fue leer su libro y darme cuenta que las cosas no siempre salen como uno quiere y que ya amanecerá mañana. Desde ese día desistí de alcanzar la perfección.
Antes de leer su libro era infeliz. Y ahora, vital, con los hábitos de conducta renovados y los rasgos de la personalidad transformados soy feliz. Pérez-Reverte es capaz con su literatura encadenada a su íntimo silencio aplacar mi ira. Dañina realidad y en extremo imperfecta, y monstruosa, y siniestra también.
Pérez-Reverte escritor simboliza lo más bello para mí: la paz del alma, el karma. Mi vida antes de conocerle era un error. Y ahora es la pera. Y sería perfecta, si una amiga... duda inconsciente, me llevara en su interior.
Hablo de escribir porque es inevitable y del Pérez-Reverte escritor, no del Pérez-Reverte reportero que siempre estaba en la boca del huracán, en primera línea de fuego. Magnífico periodista.
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