jueves, 16 de julio de 2015

¡Virgen del Carmen!.

Tomando café ya me di cuenta que pasaba algo pero no caí. Sabía que algo no iba bien. Pero con ella difícilmente se pueden atar cabos. La conozco bien. Hablo de mi esposa.

-Me voy a trabajar.
-¿Te llevo?
-¡No!.

Ni con esas. Quizás otro con ese ¡no! asesino ya se hubiera dado cuenta, pero inocente yo no. Llegué a pensar incluso que había leído "¡Qué triste tu marido!" de antes y le pareció mal, pero nunca me lee así que tampoco. Hasta que luego de irse, al mirar el calendario para saber cómo tenía el día (ningún asunto inaplazable), resulta que hoy es la Virgen del Carmen. Entonces caí. Y me quise morir... Con este calor hoy morros para cenar. Fijo.

No le quito razón, y no digo una joya que ya no se llevan, pero una flor, un libro, un te quiero o lo que se lleve ahora que aún puedo buscar una pista en el internet. Claro, no todo está perdido hasta que salga la luna. Cuando todo parecía ir tan bien entre nosotros un descuido sin importancia... ¡Dios mío!.

Leo en el internet que existe un conjuro de ruego y encarecido perdón que se prepara con cenizas de gato muerto que es santo remedio. Un gato sí, al menos sé quién tenía uno, pero muerto... Yo no quiero que nadie muera por mí (ni su gato). Mis sueños más agradecidos se convertirán en terribles pesadillas. Lo veo venir... Como los morros para cenar.

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