Vuelvo a la noche porque hoy he escuchado tu voz. Te sueño. Te presiento a cada minuto del día y la noche. Escuché tu voz en el mismo lugar en el que clavaste tu mirada en el suelo. Cuando tus pestañas fueron en su ayuda y aún así no lograron levantar tu mirada. Estoy lleno de ti por los cuatro costados. Si de aprender de mis errores ya aprendí, sé todo lo que necesito saber para reaccionar si reaccionar fuera posible. Estoy muerto y a so ser que resucite...
Estás cerca pero esa cercanía es demasiado lejana. Ni mirarte puedo. Cerca, estás cerca y ahora soy yo el que clava la mirada en el suelo. ¿Cómo puedo asumir el amor y el desamor a la vez y sentirte tan cerca como te siento? Tu cara de sorpresa de antes es la mía de ahora ¿y siempre? Y mis pestañas tampoco pueden hacer nada. Aún hay esperanza: te ofrezco mi corazón.
Y vuelvo a la noche y a tu voz porque en mi sueño, si fue un sueño, también te he visto llorar. ¿Estabas llorando? Quizá mi manera de escribir mis sentimientos como un mensaje positivo es negativo para ti. Mis palabras a veces te hacían daño, ¿y ahora? O no es mensaje positivo porque los sentimientos no se pueden maquillar. Son lo que son. No sé si tú o yo, o los dos, pero aquel día no debimos estar en el mismo lugar y a la misma hora sin que nadie nos interrumpiera... No quiero verte llorar.
Escribo mis sueños y todos llevan tu nombre. Cada noche recibo tu visita conectada a la amargura de una realidad que no soporto. Apoyo tu rol cualquiera que sea tu rol. Pero no lo acepto. Maldito tu rol.
Te comento como Enrique -hoy soy un poco él- Maldita dulzura la tuya.
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