Identifique su fe religiosa y apártela.
Identifique uno de sus peores prejuicios y apártelo.
Identifique un amor entre otros y apártelo.
Ahora recuerde su pecado mortal preferido. Su mejor decepción. Su mayor gesta. Su sueño más hermoso. Su don más preciado. Y su supuesta inteligencia.
Por último, piense en los años que lleva dando volteretas por la vida sin esperanza... ¿Ya? Pues bien, elija entre Valium y Prozac. ¿Los dos? Claro, el uno sin el otro... A pares como las medias.
Hoy tampoco tengo nada interesante para escribir. Entonces se trata de resistir sin claudicar, dejarse llevar y acabar en la farmacia de guardia no es opción. No hay nada peor que llegar a la meta y darte cuenta que habías desertado. No se puede vivir sin fe ni esperanza... Tengo escrito por ahí que Dios existe pero no me hagan caso. Además, no me hace gracia tanta responsabilidad. Sean felices, y sí algo de lo de arriba y más no importa, pero ni Valium ni Prozac; por muy estupendas personas que se crean, si se miran al espejo no se reconocerán... Sean felices, insisto, pero esa sonrisita... Con perdón. Y el Sabina canta: "Oiga, doctor, devuélvame mi depresión, ¿no ve que los amigos se apartan de mí? Dicen que no se puede consentir esa sonrisa idiota. Oiga, doctor, que no escribo una nota desde que soy feliz". (Pues no sean felices: sean ustedes mismos que alguien habrá que les quiera como son. "Siempre hay un roto para un descosido". Y si hoy tampoco tienen nada interesante para escribir ya amanecerá algún día).
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