Empezó bien o mal, como empieza todo, y terminó como acaba una misa. En paz con algunos y con Dios. Y amén. Al principio la cosa no estuvo nada clara, después tampoco o sí. Y con la incertidumbre llegó el miedo a profundizar en el amor que sin importarle la realidad se hizo dueño de la situación. Impedirlo no era problema porque no lo había porque miedo sí pero a mí no. ¡Cosa rara amor!. Y sin uno darse cuenta se instala en el corazón y empieza a exigir. En asunto no es otro que vino para quedarse y está ahí, aquí, quiero decir. Si empezó bien o mal no importa, la pregunta es cómo acabará. Nadie sabe ni se atreve a contestar. (Sobre este asunto mañana hablamos).
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