Ocurrió el 17 de julio de 2012.
Murió, dona murió. En su sufragio, el motivo que me obliga a escribir es el de todos los días: el amor y algún descuido. Fue mucho para mí y la echo de menos. Después de haber aprendido a vivir con ella en Les Seniaes aún no me hago a la idea de vivir sin ella... dona está muerta.... y yo vivo gracias a ella. Lo peor de mi vida la pasó a mi lado. Durmiendo a los pies de mi cama, siempre pegada a mí. Después de aquellos tiempos llegaron otros tiempos, y fueron mejores los tiempos, pero apenas los disfrutamos: la muerte. Jugamos a la pelota, al palo que le lanzaba y nunca recogía. ¡Hay que joderse!, le tiraba el palo, me miraba, y daba la vuelta para que la acompañara... solo conmigo iba a por él, ¡joder, dona!, y me ladraba para que lo volviera a tirar y hacer lo mismo. Pero tenía que ir yo por él, no me dejaba solo ni para ir por el palo. Confieso que pasé mucho miedo el día de su muerte. (-¿Qué hago? -No sé, Patricia, el veterinario decidirá, pero si de volver que no vuelva, no lo soportaría. Prefiero esperar que regrese a mí). Miedo a no saber comportarme en mi vida consciente. Me hacía sentir seguro cuando sin querer me iba sin irme porque sabía que estaba pegada a mí. Era llegar o despertar y ver aquellos ojos y su mirada, ay, y volver a la cotidianidad de nuestro diario quehacer: ella a su cuna y yo a esparcirme por mí, volver al ser y quererla. Ella padecía por mí y yo por ella, por hacerla sufrir. Te quiero, carinyet... El mayor enigma de la vida es la muerte, pero si hay fe la resurrección es posible... Su muerte, el momento más doloroso e indescriptible de mi vida reciente. Amor inmarcesible, dona.
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