domingo, 22 de septiembre de 2013

Lo lamento, buen amigo

Eugenio me contó que le entraron a robar en casa. Era un tipo fuerte que al abrir la puerta lo empujó y le pidió todo el dinero que tenía. Eugenio apenas se tiene en pié y Carmen está postrada en la cama. Así las cosas en mi pueblo, en mi pueblo y en otros. A Eugenio le tengo un cariño especial, es amigo de los de antes, de los de aquí estoy para lo que haga falta. ¡Joder dona, cómo está todo!.
  
Eugenio no merece un trato tan miserable. No. Me dijo que denunció el caso a La Guardia Civil, pero no saben por dónde empezar y dan palos de ciego. Son pocos efectivos y demasiada delincuencia. Le dijeron que posiblemente ya estuviera en otro pueblo cometiendo las mismas fechorías.
  
A veces, pasan por la mente intenciones de acciones irreversibles en momentos de desahucio y no te das cuenta que el camino no es ése. Y ahora pienso, que nunca pensé, que existe la recámara. La recámara es buena y mala, buena porque es otra oportunidad con la que no contabas, y mala porque no deja de haber otra bala.
 
Si a mi viejo y sabio amigo Eugenio le pasara algo malo... Las amigas se van y con los años llega la invalidez y la indefensión. Y solo quedan experiencias dolorosas. Vuelvo al hecho: Qué domingo más triste... y qué dolorosa existencia. No solo la muerte resulta dolorosa, también la vida, pero no hay otro remedio que mirar al frente y dejarse de pamplinas estúpidas, de tirar la toalla y rendirse. En principio, nunca no se deben aceptar las cosas como irreversibles. Hay que luchar hasta las últimas consecuencias para que las cosas cambien a mejor.
 
De viejo, tengo tendencia a estar a la expectativa de que las cosas vayan a peor. Es pesimismo debido a los años vividos... En casos como este, solo el amor me salva, y con él la esperanza de salir de esta. Lo lamento, buen amigo.

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