miércoles, 18 de enero de 2012

Nunca se debe tirar la toalla

Ayer me dejó preocupado que no fuera capaz de reflexionar sobre mí mismo. A mi edad eso no me lo puedo permitir. Así, que hoy madrugué y me pude a leer un libro de autoestima (qué invento, Señor). Y ahora, luego de leerlo tres veces, porque torpe de entendederas, llegado el caso de reflexionar otro día, seguro que sabría. El caso es que ayer lo hice todo muy bien porque tenía las preguntas, solo que me faltaron las respuestas: la clave estaba en contar hasta diez. Ay, a mí las prisas me matan. Ale, ale: pronto dicho y hecho. Y no, todo a su tiempo. Que la reacción a una pregunta puede ser retardada, porque según sea el calado de ésta, el inconsciente la tiene que explorar. Se trata de hacer la pregunta y darle tiempo al tiempo. Contar hasta diez, pero que bien pueden ser más, contar hasta veinte o treinta... o más. Que a la hora de reflexionar, uno no puede meterle prisas al subconsciente. Esa es la habilidad para reflexionar. Tranquilidad. Y de cuando en vez tomarse un respiro o un bocadillo, para no morir de inanición. No recuerdo cómo se llama el libro de autoayuda que leí, que mi esposa creyó que era el boletín de los descuentos del Carrefur y lo tiró a la basura. Lástima mi esposa descuidada. A mí me enseñó mucho. Me salvó la vida, y la podía salvar a muchas personas más. ¡Vaya que sí!.

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