sábado, 28 de enero de 2012

Conversación en todas mis horas

La vecina chismosa esta mañana barriendo la acera:

-A propósito, ¿qué haces ahora que eres pensionista?
-Mirar por la ventana lo que tú haces.
-En serio, no sales de casa si no es con tu mascota y me da qué pensar...
-Creía que tú no pensabas... solo criticabas.
-¡No te pases!.
-No tienes sentido del humor, te pareces a una amiga mía del alma que murió de pena: "maltomá", le decía. Satisfaré tu curiosidad, ayer, por un decir, bajé a la ciudad y entré a una tienda a comprarme una corbata, cosa de cinco minutos. Cuando salí, un guardia municipal me estaba poniendo una multa por aparcar en doble fila. Me acerqué a él y le dije: Por favor, señor agente, apenas he tardado cinco minutos, fue comprar esta corbata y salir. Además, que soy pensionista y casi ni puedo caminar, los años no perdonan... ay. No me ponga la multa, que además los pensionistas no ganamos para sustos. Si no me la pone, rezaré por usted y Dios le recompensará con creces, ¿qué? Ni palabra, ni una respuesta, ni un "quesealaúltimavez", que era lo que esperaba que dijera. Pero me ignoró y continuó escribiendo. "Es usted muy simpático", le dije, recordando a mi amiga muerta. Entonces, me miró como me miraría ella y empezó a llenar otra papela de aquellas alegando "nosequéalaautoridad". Acabó de escribir las dos multas y las puso debajo del limpiaparabrisas, y empezó con una tercera: a cada insulto que le decía me respondía con una multa. No me quedó otra que callarme: había agotado ya el capítulo de multas para el trimestre. Así que amablemente, le dije: Muchas gracias señor agente y disculpe las molestias. Yo no trabajo y no me gusta que la gente trabaje para mí... -Si vuelve a dirigirse a mi en ese tono, con esa falta de respeto, le "llevoacomisaríayaténgasealasconsecuencias", me dijo, mientras se le dibujaba en su rostro una sonrisa que reflejaba ira y venganza. Perdóneme, señor agente. Que pase un buen día. Y allí le dejé multando a unos y otras como si le fuera la vida en ello.

-Bah, es mentira.
-Sí. A mi no se me da tan bien como a ti...
-¡Qué carácter!.
-¡Vecina chismosa!.
-¡Vete a la mierda!.
-Con Dios.

Si mi amiga del alma viviera fijo me diría: "tú como siempre haciendo amigos". Y va a ser verdad... Qué curioso (o no), no pasa un sábado de fieles difuntos que no la recuerde (me crea o no). Y también recuerdo al psiquiatra Luís Rojas Marcos resaltar los beneficios que conlleva la conversación (copio): "Conversar nos ayuda a restablecer nuestro sentido de nosotros mismos, a mantener los pies sobre la tierra, a tranquilizarnos, a entender e interpretar las cosas que nos afectan. Y si no tenemos interlocutores, recomiendo hablar en alto con nosotros mismos y, a poder ser, frente a un espejo, para incrementar así nuestra conciencia de identidad. Cuantas veces narramos los sucesos y las emociones que nos perturban, más fuerza pierden y menos posibilidades tienen de perjudicarnos a largo plazo".

Si hubiera leído antes a Rojas Marcos no te habría dejado morir... o si hubiera hallado respuesta en ti... Conversar, nos faltó conversación. Hablar claro.

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