Como parte de su anual chequeo de salud, un idiota, fue invitado a la consulta de un afamado psiquiatra. Sin meter ningún aparato en su cabeza, el psiquiatra comenzó a darle centenares de respuestas dejándole ver como estaba su cerebro en tan solo diez minutos. El idiota, apenas salía de su asombro, ¡virgencita, ampárame!, ante tal avalancha de respuestas sin preguntas. De ahí al diagnóstico: ¿Cómo se siente?
Me siento bien, muchas gracias.
A continuación fue visitado por un neurólogo. Éste, nada más verlo ya le apreció que de sus tres neuronas una daba señales de estar en coma y, en previsión de un daño colateral mayor, consideró de urgencia someter la neurona a una serie completa de descargas eléctricas. Sin darle tiempo a pensar, el idiota se vio sentado en una silla atado de pies y manos con un casco del futuro en la cabeza. ¡Dios mío!. Al despertar ya se encontraba en presencia del neurólogo. Su diagnóstico fue tan contundente como el del psiquiatra: ¿Cómo se siente?
Me siento bien, muchas gracias.
Pero el chequeo no se quedó ahí, la siguiente visita fue con un cura. Le metió en un confesionario y, ¡oh sorpresa! No hubo respuestas, de allí salió con el certificado de sano homologado por la Santa Sede. La Palabra de Dios se había adelantado a toda respuesta sin pregunta. A partir de ahora, el idiota, solo en Jesús el Cristo tendrá fe ciega. Al acabar el chequeo, y caminando por el pasillo en dirección a la salida, una enfermera oyó al idiota decir: Padre, en tus manos pongo mi vida, si en algo puede servirte un idiota... ¡Gloria a ti, Señor!.
Según la RAE, idiota, es una persona engreída sin fundamento para ello. Corto de entendimiento. Que carece de toda instrucción. (Todos los derechos reservados).
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