Es bien sabido por todas y todos, que decir amigos hasta la muerte tiene fecha de caducidad. Consumir preferentemente antes de: mire en la parte de atrás donde se esconde el puñal.
Para mí, elegir una amiga es una decisión de vital importancia que siempre me sale mal. Se pudiera decir, sin ánimo de ofenderme, que soy el idiota de abajo. Elegir una amiga para mí define mi incapacidad de urdir una estrategia de amor. De joven, las cosas eran distintas, no le daba importancia a las amigas y curiosamente las tenía. Tenía amigas. Qué bien suena... Fue llegar a viejo y el no y la decepción se hicieron con todas mis esperanzas de amistad. Sin usar tengo la amistad. En los años altos de la vida se traspasa un amigo por falta de uso. La juventud hace fácil la amistad. Como el amor de juventud. Todo estupendo cuando a uno no le pesan los años. Y que dure, ¡oiga!, especialmente teniendo en cuenta que todas las amigas que tuve fueron experiencias de ir perdiendo poco a poco el contacto. Como si cambiara de ciudad o me hubiera ido a vivir al extranjero...
La amiga ida hace años debiera saber de qué estoy hablando en estas fechas tan señaladas. Realidad dejada atrás. Sin embargo, la verdad continúa su camino, la amiga se quedó al otro lado del río, pero no se ha mudado de mi corazón. (Un día volverás, te lo prometo. Nunca serás mi "ex", ni fuiste mi primera decepción).
Un día la amistad golpeará a tu puerta y repasará tus canas que rimaron en las experiencias incontadas, en los sueños no expresados y se servirá un café negro sin azúcar para endulzar el momento con tu presencia, un día...
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