Y Abril aquí es ya Otoño. Por Roxana Herrero.
Y abril aquí es ya otoño y sin embargo aún tiene ese andar cálido del verano que lo dejó entrar en el calendario. La poesía es hoy y es mañana ese pálpito, ese júbilo que ondea dentro y que espera, inquieto, una actitud, un gesto para ser libre, para expresar lo que rara vez encontramos en la rutina, en las cosas repetidas, automatizadas.
A veces, no es sencillo dejar espacio a esa mirada que se filtra de una forma diferente en el paisaje, en un papel impulsado por el viento que pudiera contener una frase de amor, un beso acaso. No es sencillo echar una mirada a través de la ventana del tren que, en mi caso, me transporta hasta mi empleo y descubrir que lo que voy abandonando mientras la máquina no se detiene, eso que veo atrás no es más que un cúmulo de ilusiones pasadas que quizá se cumplirán cuando descienda en la estación de destino. Que quizá se cumplan cuando finalmente descubra que mi vida resigna los sueños escritos como imposibles para abordar con ímpetu la trama de un único sueño alcanzable, ese que definitivamente se escribe día tras día.
Es un abril atípico, donde a estas alturas los jardines tienen flores a pesar de un clima hostil porque la tecnología ha avanzado hasta lograr vencer barreras biológicas. Así que si quieres una flor fuera de su período de esplendor, pagarás un poco más, pero será tuya.
-¿Te tomas un café conmigo?
-Nada me gustaría más -dijo él.
Cuando el mozo entregó la cuenta contó 3 cafés, una porción de torta de manzana y dos medidas de un licor dulce.
Ellos se habían finalmente conocido. El tiempo se detuvo a la mitad de un océano enorme. El dueño del local colocó el cartel de "cerrado" y mantuvo una luz tenue sólo para iluminar a ese par. El personal del salón comenzó a levantar las sillas evitando hacer ruidos y gestos bruscos. Nada de lo que sucedía en ese lugar pudo ser advertido por Ella y por Él. Continuaron su charla hasta que la primera luz de la mañana los obligó a marchar. Él apoyó su mano derecha sobre el hombre izquierdo de ella, ella prefirió dejar las suyas delante, sosteniendo su cartera. Cruzaron la calle. Se saludaron y tomaron caminos opuestos ese día. Después de aquel abril primaveral, volvieron a encontrarse cada lunes en el mismo Bar, cuando la tarde se perdía en el inicio de la noche ¿Qué consumían? Tres cafés, dos porciones de torta de manzana, ahora una para ella y otra para él y las dos medidas de un licor dulce.
PD. Hola amigo he aquí mi comentario para tu "Apenas abril y ya sin primavera". Un beso y ojalá, tendremos ocasión de conocernos... sólo habrá que desearlo lo suficiente para que se haga realidad.
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