jueves, 6 de diciembre de 2012

Qué no haría por ti...

Dame un suspiro sin nervios encendidos de tu boca,
dame tu hambre,
tu sed,
tu carne,
tu apetito ardiente,
dame tus besos desatados de pasión.

Qué no haría por ti...
Te visitaré anhelante,
para nosotros la noche entera y nada de mañana.

Cuando avanza la noche
mis manos son capaces de navegar húmedas por tu mar que no entiende de brumas, de marejadas y de tempestades.
La secreta nostalgia de una confesión con la complicidad de la palabra.

Y después como siempre:
¿Qué tal estás?
Recuerdo cuando no sabíamos quién éramos...

Cómo recuperar la esencia de aquellos momentos para cambiarlos...
Tu ausencia aletargada se instala en el pasado y se revela contra el presente.
A veces me acostumbro a tu ausencia y me olvido quién soy.
Salgo de mí solo y a mí regreso,
no escapo de mi presencia ni de la tuya y me encierro en el silencio con tu recuerdo;
me absorbo y me enveneno de ti reduciendo cada vez más las palabras y los pensamientos,
y todo a una hora absurda,
diferida de un minuto y crecida de infinito,
para poder retenerte en mi imaginación.

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