El cartero me acaba de dejar en el buzón una felicitación de Navidad; una no, la, que solo Roxana me felicita la Navidad. Roxana es una amiga. Si no fuera por ella ni me acordaría que es Navidad. Y que me obliga a hacer balance, de cómo he manejado los últimos 12 meses. Lo que, de buena fe, he intentado hacer bien y me salió mal o bien o regular.
Este año ha sido un buen año para mí, no hay queja, pues sigo aquí. Pero para el pueblo fue de pena: los asuntos laborales y financieros culpables. En el país de Rajoy vivimos unas condiciones económicas catastróficas. Y para el año que se avecina no serán mejor. Y eso que el año en curso empezó con buenos augurios, pero Rajoy acabó con todo lo bueno en un verbo. Los recortes de Rajoy, no se habla de otra cosa.
El 2012 se acaba y el 2013 lo deberemos tomar con una actitud diferente. Un compromiso de todos y cada uno que nos permita lograr la transformación social y obligar al cambio en las políticas de Rajoy que nos maltrata y ofende nuestra inteligencia. Qué no se le ocurre decir a la rubio manchego que los pensionistas tenemos que estar agradecidos por no habernos actualizado las pensiones tomando como referencia el IPC. Lo dicho.
Roxana me felicita la Navidad y no escribo nada alegre que me ilusione o que me haga reflexionar. No me sale, y eso que ya es el tercer comentario entupido que escribo hoy. Tengo la papelera llena. En vez de buscar la perfección o algo que se le parezca, debería intentar vivir, o dormir. Es conformismo: ya casi estoy por entregarme.
Rajoy me ha convencido, ha logrado inculcarme la idea de que el país vive permanentemente enfrentado a un choque de intereses contrapuestos. Por un lado, el interés nacional que emana de la actividad privada que él representa, y el particular que emana del pueblo y que solo pretende subsistir.
Parafraseando al entrañable Paco Martínez Soria, la Navidad no es para mí.
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