Hace unos días cumplí años, y lo digo con un poco de resentimiento, porque con los años, y lo tengo escrito por ahí, uno va perdiendo los besos y los abrazos... y las felicitaciones, que a no ser mi amiga Roxana, nadie me felicito en un día tan señalado, por eso, y porque creo que ya es hora, será la última vez que comparto mi edad. Desde mañana, cuando alguien me pregunte cuántos años tengo le hablaré del tiempo, y si insiste lo mando al carajo. Quizá sea una actitud inmadura por mi parte, pero lamento confesar que no existe mayor decepción que llegar a viejo y descubrir que nada es como se creía. Me refiero a que cuando era joven pensaba que las personas mayores eran todas importantes y exitosas. También, por alguna extraña razón creía que la gloria estaba reservada únicamente a los viejos. De joven yo creía que de viejo iba a ser más maduro, sea lo que sea que quiera decir eso de ser más maduro. Ay, pero qué triste resulta reconocer que por fuera la gente te ve diferente cuando por dentro te sientes igual. Porque ser viejo es más físico que intelectual o emocional.
Precisamente esta mañana, compartiendo café y recuerdos con mi amigo Eugenio, le dije que hace unos días fue mi cumpleaños, y le hable del plan que tengo de no compartir mi edad con nadie. A lo que con su particular sorna me contestó que cuando él cumplió los sesenta decía que no era un hombre de 60, sino un chico de 20 con 40 de experiencia. Pero Eugenio es mucho Eugenio. Lo cierto es que cumplir años es jodido, y más a mi edad.
Que la María me perdone, pero hoy, sábado de los fieles difuntos (ay), me apetece dar un consejo: No sean miserables. Que nadie se ofenda, con esto quiero decir que no confundan el valor de las cosas y que estén dispuestos a pagar por ellas lo que realmente cuestan. Hablo de amor: la familia, las amigas, todo aquello que sean sentimientos del corazón, o cualquier otra cosa que merezca la pena (incluido el trabajo). Paguen y callen.
Con los años a todos nos llega la fea costumbre de dar consejos, que no es otra cosa que meternos en la vida de los demás. Lamentaría haber importunado a alguien que en un descuido pasara por aquí. Respecto a lo de mi cumpleaños va en serio, no pienso compartir nunca más la edad con nadie, así que si alguien quiere regalarme un beso y un abrazo, que sepa que no tendrá otra ocasión. En fin, aprovechen la vida si son jóvenes, y si no lo son también, e intenten ser y hacer felices a su colindancia, y no esperen llegar a viejos para decirse a la cara, como dijo el poeta Ángel González, "solo echo en falta mi propia juventud". Y yo añado y un beso y un abrazo y una sonrisa y una rosa roja y unas pastas de té... que por pedir que no sea en el día de mi cumpleaños.
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