Qué vehemente debe ser la soledad de los quijotes. Qué vehemente debe ser la melancolía de esos seres que se empeñan con utopías inasequibles y trascienden a la locura. Qué vehemente debe ser la vida de esos seres anónimos... Existen un sin número de quijotes que luchan en un mundo diseñado por personas demasiado "normales".
Todos estamos sujetos a los ripios de la condición humana, somos imperfectos, pero yo aprendí que "no se debe ensuciar el baso que después usarás para beber". Hace mucho tiempo que lo aprendí.
Generalmente, cuando hablo de Eugenio, lo presento como modelo a seguir. Sin embargo, y después de haber bebido tantos años en la fuente de la vida, a veces tengo que hacer un gran esfuerzo para entenderlo.
Dice que le debe mucho a la vida y que no pierde ocasión de poner en conocimiento a quién se encuentra, que nadie que haya puesto su confianza en él le ha defraudado, pues no ha pactado nunca con el diablo, ni hizo tratos con políticos corruptos, ni con otras influencias dañinas. Dice que ama a quién ama, y por ser respetuoso con todo el mundo, trata de pasar por la vida desapercibido sin dejar de mirar de soslayo. Y vive con lo que tiene y no aspira a más porque no sabría qué hacer con ello, y aún hoy, después de tantos años, se considera fiel a si mismo, leal a sus principios y a sus causas, y tiene por orgullo no comulgar jamás con la apariencia, el cinismo, la hipocresía, la insensatez o la maldad, y que le trae sin cuidado la muerte.
A una amiga conocida, literatura, le digo que quien escribe como un quijote con manchas, está orgulloso de tener un amigo como Eugenio, o como ella, aunque no entienda quizá cuando escribo y no digo la verdad, y que la vida le haya tratado de tú. Y es feliz a su manera y en su mundo, aunque a veces él tampoco entienda lo que escribe o lo disimula por avergonzarse de que no sea feliz todo el mundo.
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