Una sonrisa, por favor

Ayer llamé a una amiga para invitarla a comer. No es fácil para mí llamar a una amiga, pero esta vez la necesitaba, pero más que a ella a sus hijas. Me dijo que no podía, que tenía un compromiso. Corren malos tiempos para la amistad. Para el amor. Para preguntarle al amigo qué le ocurre ¿? Un amigo, yo, necesitaba la alegría de sus hijas. Uno no puede perder la capacidad de ilusionarse. Pero si en un descuido la pierde, entonces, urgente debe buscar a quien le preste la suya. La inocencia, la ilusión, la sonrisa de las hijas de mi amiga; la fuerza que emana de unas niñas de dos y seis años, en ese momento la necesitaba para seguir sin relajarme, pero mi amiga dijo no. La experiencia me hace recapacitar. Una sonrisa no se niega a nadie. Se trata de vivir sabiendo que nuestro estado de ánimo tiene respaldo, porque nuestro corazón está hecho a la medida de la santa poesía, y no para la mala prosa y las peores disculpas... Si un amigo te necesita deja todo. Un amigo necesitado de una sonrisa, alegre sonrisa, la del bebé, la más bendita de todas. El futuro es nuestro, y lo organizamos a nuestra conveniencia. Pero no siempre podemos solos (la depresión acecha), es cuando conviene pedir ayuda a la amiga. A la verdadera amiga. Para otros casos, hablo de los desamparados de la vida y el amor, está el psiquiatra. Pero el remedio no es comparable. (Las amigas idas: mi mayor decepción).